martes, 19 de noviembre de 2024

Nada del otro mundo

A veces la gente está en un buen momento. Y se encuentra, ese enamora, se idealiza. Vive. Se interrumpe, se desdibuja, se pierde. Ocurre. Por más pensado que esté, la pena final será inevitable. 


Arrancó por la pregunta de un amigo en común. 

Se arrebató en una noche de pandemia. 

Abusó de la clandestinidad cuando no se podía circular. 

Pero las cartas se marcaron antes de abrir el mazo. 

El amor encendió el fuego, la pasión lo sostuvo. 

Cigarrillos encendidos, Cymar y vino.

El abrazo de sentir que no hacía falta más nada para ser feliz. 

Las palabras lo alimentaron y así creció al calor de las ideas. 

Hasta que la convivencia lo reventó.

Se abrieron las costuras y se fue todo a la mierda. 

Sin amor no hay nada, pero solo con eso no alcanza. 

Se lo llevó puesto como un viento de otoño y murió en invierno.

Cuando quiso volver ya no era el mismo. 

Todavía me lamento el tiempo perdido en ese amor.

Echar culpas no tiene sentido. 

Solo lamento los errores, porque no se quiere a cualquiera.  

No es fácil. Tampoco es nada raro. Que se yo.

Nada del otro mundo. 

Lo suficiente para doler bastante. 

Son generaciones y generaciones que no fueron a terapia y así llegamos hasta acá. 

Si lo humano se construye, nos trasciende. 

No es que me sienta mal. 

Es que a veces trato de entender porqué te quise. 

Y porqué hasta hoy, que ya no se quien sos, sigo creyendo en vos más que vos misma. 

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