jueves, 2 de mayo de 2024

El llanto del gigante

Hace meses que quería escribir esto. Podría decir años también. Nunca tuve en claro lo que me pasaba, ni siquiera lo tengo en claro hoy. Pero la diferencia es que el cuerpo dijo "basta" y hace una semana la cabeza me empezó a explotar.


Es una resaca que nunca termina. Es un hormigueo en la cabeza, como si alguien estuviese poniendo sus garras en mi cuero cabelludo. Es como un hachazo en la nuca pero sin que la sangre me bañe la espalda. Como si una prensa apretara el cerebro desde los dos costados. Una presión de la que es imposible salir. 

Es la pena de saber que cualquier viento puede resfriarme el alma. 

Es no poder salir en la radio sin quedarte sin aire. Es marearte en vivo. 

Es la tortura de no poder ver más allá. Es la ausencia total de perspectiva. Es el sentimiento de que la tele se puede apagar en cualquier momento, que me puedo morir en cada instante. Es la oscura sensación de muerte. 

Y la razón por la que nunca expresé esto que me pasa hasta hoy está directamente relacionada con la mirada del otro. Esa de la que estoy pendiente desde que tengo uso de razón. Siempre quise parecer lo que otros querían que fuera. 

Eso sumado al deseo de trascendencia, cuyo origen tampoco puedo explicar, lo único que hace es aumentar la tristeza. Y en el afán de intentar mimetizarse con los insensibles, uno termina siendo la caricatura de lo que siempre despreció. 

Hace cuatro meses que nada dentro de mi está entero. Un accidente en el que no morí de milagro, una separación más larga de lo que hubiese querido, la muerte repentina de un amigo, el cruel asesinato de otro con diferencia de una semana y la internación de un familiar. 

El entorno no permite sensibilidad. Porque el llanto masculino, blanco, de un tipo alto y heterosexual está directamente vinculado al tanguero macho de la década del 30'. 

Porque si un tipo llora, han repetido hasta el cansancio que está intentando manipularte. Porque en realidad más que una novia, lo que quiere es una madre. 

Es la cultura de la represión haciendo metástasis. El tipo que no está empoderado, por la razón que sea, es un pelotudo. Y ¿quién quiere mostrarse como un pelotudo voluntariamente? 

Capitalismo salvaje, sálvese quien pueda. Transforman todo lo humano en cuestión de mercado y así vale más lo que tenés y parecés que lo que sos. El club de la superficialidad. 

Privatizaron el corazón. 

A veces ni siquiera necesito que me escuches. Un abrazo, un gesto, una invitación a hacer algo. Y cuánto más barato sea el plan, más valor tiene. 

Dicen lo contrario, pero transformaron la sensibilidad en sinónimo de debilidad. 

Todos quieren salir a festejar la vida, pero nadie invierte en amor. 

Vaya una catarata de insultos para los insensibles. Los que no hablan, los que no dicen. Los que no expresan. Los que fingen demencia. Para los necios, los cínicos, los que engualichan. 

Acá lagrimeamos nosotros. Los incondicionales. Los que bancamos incluso si cometiste un crimen.  Los que lloramos las penas de una vida que estos cinco meses ha sido insoportablemente dolorosa. 

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