sábado, 5 de agosto de 2023

Los botines del imbécil y las aberturas de aluminio

Había dejado de creer en la gente. Fundamentalmente porque había dejado de creer en mi. Y ningún vínculo te puede hacer bien si vos no te querés un poco, si no estás bien con vos. En el camino podés hacer daño y hacerte daño. A mi me pasó y duele un montón. Fue la misma gente la que me demostró que la cosa puede mejorar si uno hace las cosas bien.


Un día en la vida del imbécil 

Estuve gran parte del invierno sin calefacción hasta que pude contactar al muñeco que arregla la caldera. Vino un martes y me dijo que tenía que comprar un repuesto que solo se vende en Neuquén y que en cualquier momento me quedaba también sin agua caliente, cosa que ocurrió desde entonces y por los siguientes cuatro días. 

Algo tan básico como pegarte un baño pasa a ser un lujo anhelado inconmensurable cuando no lo tenés. Como la luz, el gas y la propia calefacción. Podés vivir, sí; pero tu vida es un papelón. No hay dignidad humana sin servicios básicos. 

Durante esos cuatro días sin poder bañarme en mi casa me separé, con lo cual al dolor lógico de terminar una relación que fue importante, se sumó la triste circunstancia de pedir asilo. Como siempre, los pibardos responden y te hacen sentir que tenés donde caerte muerto. 

El jueves fui a jugar al fútbol con el corazón en la mano. Peligrosamente frágil, con la crisis existencial que implica la tristeza de algo que se terminó. En ese estado, con la condición de imbécil a flor de piel, era muy probable que después del partido me olvidara los botines arriba del techo del auto y los perdiera en el camino a la casa del Bulchi, que me abrió las puertas de su casa para bañarme en la otra punta del pueblo. 

Aberturas de aluminio 

Brian tiene entre 30 y 40 años y debe medir 1,65/70. Vive con su familia en lo profundo de Mosconi, uno de los barrios de Roca quedan camino al río. Si bien ya tiene su hogar, todavía está construyendo y junta el mango haciendo aberturas de aluminio. 

Un jueves salió en su Megane bordó usado con su señora a comprar comida y en el camino se cruzó a un tipo que iba en moto pero se había quedado sin nafta. Brian se solidarizó y lo alcanzó hasta la YPF de Ruta 22 y Avenida Roca. 

Cuando estaba saliendo de la estación de servicio, vio pasar a un fenómeno en un Corsa gris con algo en el techo que no se alcanzaba a distinguir de lejos. Tanto él como un taxista salieron detrás del auto para avisarle que eso que llevaba, un par de botines de fútbol naranja talle 46, se estaba por caer. 

El Corsa hizo dos cuadras por Avenida Roca y dobló en la Paraguay, donde se cayó el primero de los botines que agarró el taxista. El segundo siguió arriba de techo unas cuadras más y Brian lo encontró en el camino, pero no pudo alcanzar al pelotudo del Corsa, que se perdió en otra fría noche de este invierno espantoso e interminable. 

El taxista fue hasta el predio de canchas más cercano al lugar donde había encontrado el botín y se lo dejó a la chica que atiende. Brian se lo llevó a su casa con la idea de devolverlo. 

Mientras tanto, el fenómeno no tenía idea de lo que le había pasado hasta que le llegó el mensaje del amigo que lo invita a jugar los jueves. "Che, te olvidaste los botines" y le reenvió la foto que le habían mandado desde la cancha avisando que un tachero había encontrado un botín por la calle. 

Ya era la peor semana del año y esto llegaba como la frutilla del postre. 

Esa misma noche, el imbécil cruzó otra vez Roca para recuperar el botín que el taxista había devuelto pero no el segundo. Hizo ida y vuelta dos veces por el mismo camino, pero no había chance. El par que había comprado hace dos meses estaba ahora en un 50% y en su cabeza ya rondaba la idea de tener que arreglar los viejos que están destrozados. 

Pero cuando el viernes, en su día libre, el imbécil del Corsa se despertó de la siesta, tenía un mensaje del amigo que lo invita a jugar al fútbol lo jueves: "encontré tu botín en facebook". 

El encuentro

Finalmente, conocí a Brian. Estuvimos charlando, tipazo. Remador total de la vida y con una generosidad que pocas veces vi. Uno no sabe bien como actuar en esos casos, porque te toman de sorpresa. Le ofrecí unos pesos en forma de agradecimiento pero no me los aceptó. "Esto es así, hoy me tocó a mi y mañana te va a tocar a vos", me dijo y me ubicó en la palmera de un rebencazo. 

Gracias 

Los que vivimos de las palabras, recordamos las frases que nos conmueven. Debe ser admirable que te recuerden por tus frases. Debe ser admirable que te recuerden por algo. Juan Alberto Badía dijo que "trascender es seguir viviendo". 

Quizás haya estado tan preocupado en trascender y en esperar cosas extraordinarias de la vida, que me olvidé de lo más simple y una vez más me desvirtué. A veces pasa y hay que hacerse cargo de las cagadas que uno se manda en el camino. Punto. 

En general, el gesto vale más que la guita. Siempre hay que creer en la gente, porque siempre hay que creer en uno. A mi me lo recordaron un taxista que no conozco y Brian, que hace aberturas de aluminio y vive en Mosconi. 


A los que están todos los días, gracias. No tienen idea de lo importante que son para mi por estos tiempos. 



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