viernes, 27 de marzo de 2020

Treinta en cuarentena


22:20 del viernes 27 de marzo de 2020. Recién llegué a casa y me pedí unas empanadas. Hace una hora se cumplieron 30 años desde que mi vieja me trajo al mundo. Qué mujer. 

El aniversario de la hora señalada se cumplió mientras escribía una nota en el diario sobre los malabares que hacen las potencias mundiales para buscar la vacuna contra el coronavirus. Ellos, que todo lo tienen, son los que esparcieron esta mierda, como tantas otras, por todo el mundo. 

Ese discursito de manual ''no, porque en Europa tal cosa, en Estados Unidos noseque''. Andá a lavarte el ojete. Hasta el pariente más gorila que no lo votó está felicitando a Alberto por su sensibilidad, firmeza y capacidad para tomar decisiones y comunicar. Trump parece un personaje de dibujito yanqui que daban tipo 2 am los martes en MTv. Bolsonaro es Micky Vainilla pero comandando los destinos de 210 millones de personas. Y menos mal que no nos gobierna el que estaba antes. Ojalá para votar la próxima no necesiten otra pandemia. (ja! qué iluso). Fuera de joda, siempre hay tiempo para dejar de ser un pelotudo político. Te lo digo por experiencia propia. 

A mi las fechas me importan mucho. Si fuera por mi cumpliría años todos los días. Siempre me aterró la idea de ser invisible para la gente que quiero. Antes no lo entendía, no me entendía. El liberalismo barato y esos vende humo de auto ayuda convencen demasiada gente que luego cree que sus zapatillas son impermeables. Los he visto empapados, con los pies fríos intentando prender el calefactor, al lado de los que les prestamos el calzado. 

Ya bajé a buscar la docena de empanadas. No se si llamé al delivery porque no tengo ganas de cocinar, o porque es mi cumpleaños, o porque quería saludar a alguien. Por cuestiones de público conocimiento, apenas dos personas me dieron un abrazo al decirme ''feliz cumpleaños''. Se llaman igual: como el segundo nombre de Pasculli, el que le hizo el gol a Uruguay en octavos del 86'. Ese día la rompió Diego. ¿Qué día no la rompió? Faltaban cuatro años para que yo naciera e igual lo se. No me pregunten razones. 

Cada mensaje que recibí fue especial por distinto motivo. Traté de responder todos, porque cada uno tiene una carga diferente. El último me llegó cuando hacía las dos cuadras que separan el laburo de mi casa. Siempre lo estoy esperando, es el que me hace mostrar los dientes de alegría. 

En algún momento llegué a preguntarme -inconscientemente- si lo mio no era medio conformista. Si darle tanto valor a esas birras, asados o mates con mis amigos era demasiado. Murieron esas dudas. Ojalá que aquellos momentos con los muchachos (ustedes saben quienes son), las charlas con mi viejo, la risa de mamá, los besos de la abuela y los chistes pelotudos que hacemos con mi hermano, fueran para siempre. 
Nunca es demasiado otorgarle poder a las cosas que lo tienen. Sin dudas, este período servirá para que algunos pongan en perspectiva qué es lo que realmente importa. A veces es la familia de sangre, o la que te da la vida, o los amigos. Para mi es todo eso. Nada de lo que hice en estos 30 años hubiera tenido sentido sin mis afectos. Nada. 

Por eso también me pasa que, cada tanto, sin quererlo, titubeo en esta soledad marital encontrada y elegida. Es completamente humano preguntarse si el problema es uno, si son los demás, si ella me quería, qué hubiese pasado si me portaba de otra forma o porqué se fue. Creo, a menudo, necesitar ese abrazo cariñoso al llegar a casa, me parece lo más humano del mundo sentirlo. Pero darle semejante lugar a alguien, ese que ya tienen los amigos y la familia, es demasiado importante como para ocuparlo con una persona random como si fuera una ficha de casino. Varios y varias lo hacen y me parece detestable. Tanto como no animarse a amar. Las dos caras de la moneda ¿vio?

A mi me gusta que me quieran. Porque yo quiero, y quiero mucho. La verdad que a esta altura me importan poco esos chamuyos de la vida individual. El sálvese quien pueda nunca fue una opción. Se puede estar rodeado de gente y al mismo tiempo sentir soledad. Se puede cumplir 30 en la cuarentena más ridícula de la globalización capitalista y, así y todo, percibir una compañía pocas veces experimentada, como me acaba de pasar. 

Estas líneas han sido absolutamente narcisistas. El objetivo era sacar algo de lo mucho que llevo adentro. Nunca está demás decirte: gracias. 

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