sábado, 28 de diciembre de 2019

Mamá no especula

Mamá nos recibe siempre con una sonrisa. Su tono de voz alegre abraza, consuela, acompaña. El olor a café, el sol radiante por la ventana del bar del Diario y un ''¿cómo estas?'' 
Mamá siempre tiene un saludo cálido, nunca indiferente. Su presencia no es para cumplir. Llegó al mundo en General Roca hace 47 años para cambiar la vida de todos los que la conocemos, aunque sea por un ratito. Ella cumple con su cometido todos los días y nos salva la de la intrascendencia. Es una madre universal, no hay forma de ser más mamá que ella. 

Hilda salió a trabajar cuando tenía 14 años porque con lo de sus padres no alcanzaba. Única mujer entre cuatro hermanos, crió al que es más chico que ella, al que incluso le enseñó a caminar con la paciencia que solo el amor puede cultivar. Empezó cuidando niños en casas particulares para sumar unos pesos en una familia que sintió las necesidades en carne viva. 

A los 22 salió al boliche y se encontró con Roberto, a quien conocía desde la infancia y no veía a hacía varios años. Se gustaron y así llevan juntos mucho tiempo. En el amanecer de esa relación nació Rocío, la más grande de sus tres hijos.  Cuando quedó embarazada, el edificio en el que trabajaba la echó, pero ella se fue sin hacer el ruido que otros hubiesen elegido. Se fue en paz, allá ellos. 

Hilda también fue mamá de los hijos de la familia para la que trabajó durante 11 años, todos en negro. Siempre con esa empatía, ese gesto incondicional, humano, que la hace tan distinta. Así dejó su huella en otro hogar, al que podría volver como a cada espacio que ocupó en esta ciudad, porque siempre se brindó por completo. Mamá no especula. 

Un día decidió que el María Auxiliadora sería un buen lugar para cambiar de aire y tener mejores condiciones laborales. Ya había nacido Joaquín, el segundo. Como en cada lugar, Hilda no tardó en hacerse querer y pasó años memorables recibiendo y dando afecto. Porque antes de ser trabajadora, Hilda es persona. Es mamá, en el más amplio sentido de la palabra. Cuando surgió la posibilidad de entrar al Río Negro, la tristeza en la escuela fue factor común entre quienes la conocieron. Pero al tratarse de un cambio significativo en su calidad de vida no hubo otro camino que desearle lo mejor, porque eso es lo que se hace cuando uno quiere a alguien. 

Durante cinco años fue personal de maestranza en el diario y al principio no fue fácil, porque no todos saben interpretar a la buena gente. Con el correr del tiempo, la cosa se fue acomodando y al quinto año pasó a estar en el bar, donde trabaja junto a César. Un sitio que no es el mismo si ella no está. 

Hoy comparte su vida con Roberto, Rocío, Joaquín y Morena, que ya tiene ocho años, en su casa de Barrio Nuevo, esa que construyó con ayuda de su padre albañil. Cada tanto acompaña a él y a su madre al banco, porque ninguno de los dos sabe leer. Hilda quiere que sus hijos tengan la educación que ella no pudo tener. Sus ganas de ser maestra quedaron ahí, en el tintero. Pero Hilda enseña todos los días como se tiene que vivir. Porque eso hace una madre con sus consejos, pero sobre todo con sus acciones y su amor. 

En el laburo la conocemos como Norma. Cuando Roberto la cruzó en aquel boliche le dijo Hilda, su nombre de pila. Pero tampoco es errado decirle mamá. 

2 comentarios:

  1. Hilda es una gran persona y tengo un gran recuerdo de su amabilidad y don de gente...Felicidades en este esperanzador nuevo año!!!

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  2. Norma claro!!...me parecia raro Hilda...NORMA!

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