sábado, 10 de agosto de 2019

Exitismo de amor

Resulta que no alcanzó. Pero aunque no haya sido suficiente, acá estaremos. Jugando partidos que de antemano sabíamos que no podíamos ganar. Porque nos iba a cagar el árbitro, porque el línea no se qué. Porque el VAR. Porque el BAR, porque vos, porque yo... por todo eso.

Una de tantas veces me encontré en una cancha preguntándome ¿qué carajo hago acá? ¿para qué vine si soy horrible? ¿ por qué me tengo que comer este garrón? si las cosas que me hacen sobrevivir materialmente están en otro lado.
Me encontré googleando el existencialismo a las 6 de la mañana tratando de entender razones de aquello que no anduvo. Cómo si fuera una máquina, como si tanta agua que corrió bajo el puente no hubiese bastado. Como si pudiera controlar algo de lo que me rodea.

Resulta que hay otras historias, otros mambos, de los que somos víctimas. Confiere la realidad una serie de sucesos que obligan a la crisis. Desembarca el fragor de la batalla en un dolor ineludible, cuestiona preconceptos, desafía lo que dice todo el mundo, deja sin efecto lo que yo pensaba.
Resulta que con creer en alguien no es suficiente. Resulta que nadie afeitó al Che Guevara ni le quitó el velo a la novia que vos creías que te estaba esperando.

Resulta que, como te dije tantas veces, con el amor no alcanza, sobre todo cuando está destinado a algo de afuera. Bajala para vos, porque los volantes no llegan.

Resulta que si no levantás los puños te entran todas las piñas. Que para rescatarte había que agarrar el salvavidas antes de embarcar. Que el Titanic tiene sobrevivientes, pero también tuvo violininstas. Esos que se murieron dejando su huella, pero ahogados en el mar de la angustia de saber que la muerte era el único destino posible. Que el frío invadiría sus almas y que nadie los recordaría pese a su talento y a sus ganas de alegrar vidas perdidas en el Atlántico.

Resulta que fuiste un gil. Que todas las señales del camino tenían razón y que la ilusión que edificaste no era más que eso. Resulta que hay otros pelotudos que la tenían más clara que vos. Que ganaron y vos perdiste. Que la nobleza de los recursos utilizados te dejó tranquilo, pero solo, con la cama fría y el corazón desangrado.

Que el llanto leve, desgarrador, el que te arrancó las mejillas, había llegado para darte otra lección, otro cachetazo en esa boca hambrienta de cariño.

Esos besos de 52 días, ese amor idealista, de odio a la injusticia, ese grito callado de búsqueda incesante, esas ganas de quererte tanto, se quedaron ahí. Como si no hubiesen existido, como si esa coyuntura que cuestionaste hasta el cansancio en cenas de amor, te hubiesen dejado congelado como Walt Disney.

Resulta que, a pesar de todo, vas a querer. Vas a buscar, vas a salir a jugar. Porque, en definitiva de eso se trata. Porque siempre te sobraron los huevos. Esos que no faltaron para jugártela y tampoco están ausentes hoy. Cuando el dolor quema, ahí. Donde nadie lo ve. Donde el cigarrillo se apaga y la nostalgia se escabulle.

Resulta que para alguien no valiste nada, pero para vos sos todo. Porque en el deporte, como en la vida, las cosas siempre terminan en su lugar.

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