martes, 28 de noviembre de 2017

Joaquín Sabina y la neuquina de ojos tristes

El recital que dio ''el Flaco de Úbeda'' el último domingo en el Ruca Che dejó varias perlas dignas de un crack. Como es habitual en sus letras, con su presencia puso en el aire otras historias y se cargó más certezas al hombro. 


Fui solo. No por decisión firme sino por la histérica desidia que me caracteriza. Tuve meses para sacar las entradas pero mi capacidad de improvisación fue más fuerte que yo. Por algún motivo, los soldados se fueron cayendo y ninguna de las otras propuestas mereció que le otorgue el honor de compartir semejante momento.
Fui sin entrada y dispuesto a pagar cualquier cosa con la -todavía flamante- tarjeta de crédito. Mientras, Marco Ruben ratificaba que era un domingo para hacer cualquier cosa menos para quedarme en la redacción o en casa sufriendo otra previsible derrota ante un rival impresentable que nos tiene de hijo.
La noche empezó a pagar en historias apenas me bajé del taxi y fui a hacer la cola detrás de los carritos que venden comida. Saludé a Barbi Superstar y me choqué de frente con una de esas que tenían razón en eso de que antes el malo era yo.
Fiel a lo que sucede habitualmente en esta parte del mundo, la cola avanzó lenta. Al punto que el recital que empezó con media hora de retraso ya estaba iniciado cuando me metí en el reducto.
Mi hermano gemelo patrón de la merca ambulante estaba en la cabecera popular desde temprano. Fue precavido para ver a uno de los reflejos de su vida como no lo debe haber sido para otra cosa en todo este tiempo desde que lo conozco. Como saqué la única entrada que vendían, me tocó una lateral, así que me dispuse a escuchar el segundo tema del concierto en la soledad de varias butacas disponibles.
Lo disfruté. Lo exprimí hasta la última gota. La música, las explicaciones, las frases con letras cambiadas como ''lo que yo quiero neuquina de ojos tristes es que mueras por mi'' o ''yo no quiero París con aguacero ni Argentina sin ti''.
Sentí que fui a ver tocar a un amigo. ''Cuando vinimos a Neuquén la primera vez y miramos desde el avión pensamos que este era el culo del mundo. Luego concluimos que era el culo más bonito del mundo'', esbozó entre otras frases el gran Joaquín.
Después está lo que cada uno siente. La empatía en momentos puntuales, como el enganche entre ''Y Sin Embargo Te quiero'' con ''Y Sin Embargo'', que se parece mucho al gol de Maradona a los ingleses relatado por Víctor Hugo de fondo. Vos ya sabés que viene ese enganche, pero igual cerrás los ojos y disfrutas los acordes que vienen antes del ''de sobra sabes que eres la primera, que no miento si juro que daría por ti la vida entera, por ti la vida entera. Y sin embargo un rato cada día, ya ves, te engañaría con cualquiera, te cambiaría por cualquiera''.
Mara Barros y la ratificación de que no hay nada más lindo que alguien que te cautiva con lo de adentro y lo de afuera de la misma forma. Se planta con autoridad, repleta de talento y destroza el poco cerebro que te puede quedar un domingo de resaca larga.
Antonio García de Diego y Pancho Varona encabezan un grupo de músicos excelentes, a los que el propio andaluz definió como su familia.


Peces de Ciudad fue otro de los puntos altos de sentires y pesares.  El recuerdo del gran amor, que habita ese lugar feliz al que no debiera tratar de volver. Un cúmulo de frases y sentimientos que se extendió durante las dos horas más atrapantes del año.
Sabina amagó varias veces a irse. Como esas parejas disparejas que no terminan de cortar una relación de años a pesar de que la manzana ya está podrida y hay que tirarla. Ese problema endémico que afecta la construcción de la sociedad occidental contemporánea. Hasta que pasada la medianoche, simil cenicienta cocainómana, se fue detrás de los telones para ya no volver más.

Partí rápido para perderme entre los autos, agarrar un taxi y llegar a casa como cada domingo laboral. Como si no hubiese pasado nada. En realidad pasó de todo, porque cumplí una de esas cuentas pendientes. Solos vinimos, solos nos vamos.

1 comentario:

  1. Bella crónica Rumene. Estuve en el Luna Park hace unas semanas. Hay dos ingredientes que generalmente aparecen juntos en la receta de una amistad profunda: cariño y admiración. Pero no es imprescindible reunir los dos: se puede ser amigo de alguien por tenerle mucho cariño; se puede también por tenerle profunda admiración.

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