Nos enamoramos. De los nombres, de las pasiones, de la frontalidad, de la sinceridad, de la timidez, de la entrega, de la pasión, del talento, de las virtudes, de las capacidades innatas, de la belleza, de la mirada, de la historia del otro.
Nos desencantamos. Por las mentiras, por las venganzas, por las revanchas, por las chiquilinadas, por las muestras eternas de inmadurez, por la mala leche, por las derrotas pasadas, por las escenas, por la desconfianza que nos generó el otro.
Pero tanto las cosas que nos enamoraron, como las razones que nos separaron estuvieron depositadas en el otro. Nunca hubo nosotros. Si el amor no perduró, es porque nunca hubo un ''nosotros''. Porque nunca fuiste ''vos para mi'', ni ''yo para vos''.
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