jueves, 15 de septiembre de 2011

Los trenes, el imperio y Moyano.


La llegada del ferrocarril a la Argentina tiene su razón histórica. El modelo agroexportador que se consolidó a fines del siglo XIX, necesitaba medios de transporte para trasladar la materia prima a los puertos. Uno de los principales compradores de la materia prima era Inglaterra. Las grandes extensiones de tierra exigían una fuerte apuesta desde el capital para financiar aquellos  medios de transporte. A aquellos traidores a la patria que abundaban en la génesis de Argentina como país, no se les ocurrió mejor idea que facilitarle el trabajo a los eternos piratas de la historia.
No sólo concesionaron la construcción y el manejo de los trenes, sino que aseguraron la rentabilidad del negocio. Subsidiaron escandalosamente a los ingleses, quienes además de llevarse  la materia prima para manufacturarla en Europa,  manejaban  los medios de transporte hasta el puerto.
Más allá de su llegada de la mano de los señores del parche, el ferrocarril se transformó en una característica histórica de la Argentina. Cientos de pueblos, y a la postre grandes ciudades fueron fundadas a partir de las estaciones de trenes. Miles aprovecharon los puestos de trabajo que precisaban después de haber inmigrado de la pobreza extrema que vivían en Europa. Los ferroviarios pasaron a ocupar un rol protagónico en la sociedad. Se generaron sindicatos, organizaciones y hasta clubes de fútbol, como Ferro Carril Oeste en Caballito (BsAs) o Rosario Central.
No sólo servía de transporte de carga, sino que ya era parte de la vida urbana de las personas que recorrían largas y cortas distancias de un modo rápido, económico y familiar. Fue tal la impronta del ferrocarril, que ya bien entrado el siglo XX que una de las fotos insignia de Perón en su gobierno, ya a mediados de siglo, es arriba de un tren saludando a una multitud en su llegada a Rosario. Los trenes ya no eran ingleses, habían pasado al estado.
La caída del ferrocarril tuvo su razón principal en una necesidad del Imperio, más que nada Yanqui, alemán y francés. Habían aparecido los camiones y los colectivos. Los fabricaban, pero no tenían donde ponerlos. ¿A quién le metemos esto ahora? Era la pregunta del Tio Sam. Y a quien iba a ser, ¿no?
Aplicaron políticas de ajuste a partir de los gobiernos traidores (que no solo existieron el siglo XIX). Dejaron caer las producciones nacionales  y redujeron el gasto público. Esto influyó directamente en la salud, la educación y en el transporte. Las empresas estatales fueron el fiel reflejo de la desolación y el descuido. Así sucedió con los trenes.
Y apareció él. La desgracia. El desastre. La muestra del subdesarrollo. El colectivo. Lo nombro y me da bronca. Caro, antihigiénico, contaminante, un estorbo en las rutas y en las calles. Su puesta en práctica es la muestra cabal de lo limitado que puede ser un ser humano. Estas características no son producto sólo de la naturaleza del colectivo como medio de transporte, sino de la dejadez de lo estatal. Y de la continua traición al pueblo.
 Indalo, en Neuquén capital, tiene el visto bueno para obtener 10 años más de concesión por parte del gobierno sapagista. Un robo a los clientes. En una provincia con recursos económicos como para alimentar millones de bocas y transportar otros tantos culos. En Rio Negro la situación es aún más vergonzosa. El servicio del ko-ko te deja tierra hasta en el apellido y nada en la billetera. Cada vez que te bajas y mirás tus arcas te preguntás como Shakira ¿Dónde están los ladrones? Además de indigno, en materia de transporte lo de la provincia de la fruta es patético. Porque el transporte está en manos de una sola empresa, un monopolio. Palabra que no sólo le cabe a clarín. Se ve que importan algunas 'corpo' nomás. Dos provincias (Rio Negro y Neuquén). Una ruta. Con una sola mano para cada lado y en un estado deplorable. Donde es noticia que durante una semana no se mate alguien. Pozos, baches desplazamiento de calzada. Tanto colectivos como camiones hacen el viejo trabajo ferroviario, que se limita a llevar alguna que otra carga de menor relevancia.
No voy en desmedro del camionero (salvo que fuese Moyano), ni de los colectiveros. Cumplen un rol en la sociedad. Es el que les dio la historia. Pero ¿Cómo sería el país si ellos fuesen ferroviarios?

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